Marco A. Valle Martínez
La experiencia individual de las personas mayores tiene
mucho valor para su vida, así como para su familia, lo mismo que para asesorar
emprendimientos y/o empresas y, son muy útiles en las relaciones profesionales
y con las amistades.
En todas las fases de la vida hay ganancias y pérdidas. En
la niñez hay ganancias visibles que son motivo de alegría y regocijo cuando el
niño/a está aprendiendo a caminar, a hablar, así como a identificar personas y
objetos, etc. Igualmente, las personas mayores tienen ganancias ya que acumulan
mayores recursos comprensivos, tienen un conocimiento más amplio del mundo, así
como vivencias de diversos tipos positivas o negativas.
En la niñez esas ganancias son homogéneas puesto que están
directamente relacionadas con la edad, en tanto las ganancias en las personas
mayores son heterogéneas, ya que dependen de la experiencia personal y no de la
edad. Personas mayores de la misma edad cronológica no necesariamente tienen la
misma edad biológica, ni la misma edad subjetiva.
La salud biológica y subjetiva juegan un papel destacado en
lograr un balance positivo en la experiencia individual, siendo decisivo en el
logro de dichos resultados el estilo de vida que ha tenido y tiene la persona.
Ahora bien, el estilo de vida es multifactorial ya que en su producción se
interrelacionan, entre otros, los ingresos, el nivel educativo, el ambiente que
vive en su núcleo familiar, la alimentación, las relaciones profesionales y sociales,
la actividad física, el cuidado que de su salud ha tenido la persona mayor y,
la forma en que percibe la vida y la enfrenta.
Por ejemplo, si una persona ve problemas en todo o en casi
todo, les otorga la misma importancia a los retos y/o problemas de la vida, se
preocupa sin más ni más ante cualquier cosa y, tiene poco o nada de optimismo,
es bastante probable que tenga una precaria salud biológica y subjetiva, lo
mismo que un estilo de vida no muy saludable. Casi seguro tiene una experiencia
individual negativa —más de pérdidas que de ganancias—, aunque tenga asegurados
sus ingresos, un buen nivel educativo y otros factores.
Lo material, aunque sí es importante, no lo es todo.
Mantener un buen equilibrio emocional y una buena salud mental también lo es,
para conservar un estilo de vida saludable, lo mismo que una experiencia
individual positiva.
Asimismo, ninguna persona mayor se escapa de tener pérdidas,
problemas y/o retos en su vida. El arte está en saber gerenciarlos otorgándoles
su nivel de importancia correspondiente. Por principio no todo a lo que se le
llama problema tiene el mismo nivel. Hay que diferenciarlos. Es bastante seguro
que la mayoría de ellos deben estar en el nivel más bajo de importancia, o sea
no es urgente su solución y, por tanto, hay que gerencialos al ritmo adecuado.
No deben ocasionar preocupaciones ni ansiedades innecesarias.
En el otro extremo pueden existir una minoría de problemas
cuyo número es menor que los dedos de la mano, a los que hay que atender al
ritmo que ameritan, manejando el estrés que ocasionan. En estos casos, conviene
tratar de evitar o aminorar al máximo los desvelos, los ir y venir, los
corre-corre, o las precipitaciones en las decisiones que lo único que hacen en
contribuir a no solucionarlos, solucionarlos a medias o mal, o de repente a
agravarlos.
Más aún en algunos casos los “problemas” no lo son, sino que
algunas personas mayores le otorgan el rango de problema. Vale recordar que
muchas veces las soluciones no están afuera, sino dentro de uno mismo.
En medio de los desafíos de la vida, vale la pena hacer
esfuerzos para tener más ganancias que pérdidas, lo que contribuye a tener una
experiencia individual positiva que refuerza la autoestima y la preservación de
una longevidad activa de calidad.
* Publicado en El Nuevo Diario 13/09/17
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