sábado, 23 de septiembre de 2017

El que va para viejo...

Cuento

Orlando Ortega Reyes

La muchacha observaba detenidamente a las personas que entraban y salían del Edificio Movistar, para detectar algún posible cliente en busca de una cubierta, unos audífonos o cualquier aditamento para celulares.  De pronto, miró que con paso cansado venía un anciano con una bolsa transparente, que parecía contener una caja de celular nuevo.  Esperó a que se acercara y sus ojos se desorbitaron cuando notó que la caja blanca tenía unas letras que decían:  SAMSUNG, GALAXY S 8.  Era un celular de mil lolos.    Cuando se acercó, solícitamente le ofreció una cubierta protectora para el aparato, a lo cual, el anciano, como de mal humor le dijo: - Esta porquería no merece nada.  La muchacha le dijo, un tanto dubitativa: -  Es un buen teléfono inteligente.  - ¿Para qué quiero yo, un teléfono inteligente? –Agregó el anciano, - Yo sólo ocupo el teléfono para recibir las llamadas de mis hijos, todo lo demás es babosada.  Además, el que va para viejo…  En su mente, la muchacha agregó: …va para pendejo y un tanto maliciosamente le propuso: - Y si yo le diera un teléfono de esos normales y le doy además cien dólares, ¿Me lo cambiaría?  El anciano, se quedó pensando un rato y expresó: -No sé, me lo mandaron mis hijos de los Estados y luego si se enteran, no sé.  La muchacha un tanto indiferente, agregó como por no dejar: - A lo mejor ni se dan cuenta y así tendría usted un teléfono nuevo y cien dolaritos para sus medicinas.  El anciano siempre con una expresión dubitativa le preguntó: -¿Seguro que me daría el celular y cien dólares por esta porquería?  Seguro –agregó la muchacha.  – Orraites caites, le dijo el anciano. 
 
La muchacha sacó de una maleta una caja con un Alcatel 1041 nuevo, y de un motetito que tenía escondido en un zipper de la maleta, sacó subrepticiamente cinco billetes de veinte dólares y se los entregó al anciano, quien como no queriendo le entregó la bolsa con la caja.  La muchacha volvió a ver a todos lados y un tanto nerviosa echó la bolsa en la maleta y la cerró rápidamente.   El anciano tomó el dinero, se lo metió en el bolsillo y con la caja con el celular en la mano, siguió su paso cansado hasta perderse en la calle.

Con la maleta en la mano, la muchacha se apartó del bullicio y ya a solas, abrió la maleta y con cierto deleite sacó la caja de la bolsa y la abrió.  ¡Oh, sorpresa! en la caja sólo habían papeles que envolvían un Nokia 1100, con mejores ayeres.  La muchacha no podía dar crédito a sus ojos y al final se limitó a gritar: -¡Viejo hijuelagranputa!


Al doblar la esquina, el anciano empezó a caminar bien erguido y con paso seguro, llegó hasta un viejo Datsun, lo abrió, lo arrancó y se perdió entre las calles de la ciudad repitiendo: -Viejos los caminos.

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